Las relaciones no deben construirse en función de la exclusividad, sino con base en la responsabilidad
¿Cuántas veces has sentido que la relación de pareja está por encima de la amistad, o no has llamado a tu amiga porque no querías molestar? ¿Cuántas veces esa misma amiga llama a su novio cuando está contigo, dando por hecho que la pareja se lleva una especie de privilegio? ¿Cuántas veces has escuchado eso de que las personas solteras son infelices? Hay una palabra que resume el motivo por el que pasa todo esto: la monogamia.
Por un lado, se ha hablado de los mitos del amor romántico y no de los mitos de la monogamia, como si no formaran parte del mismo tema. ¿La media naranja y el entendimiento de que necesitamos una única pareja para sentirnos completxs? Siento decirte que esto se lo inventó Aristófanes en la Grecia Clásica para uno de sus relatos. Más adelante surge la creencia de que hay un único amor verdadero en la vida y que ese amor dura para siempre… Aquello de “y vivieron felices y comieron perdices”. Así, sucesivamente, se han ido creando, uno a uno, lo que ahora nos gusta llamar los mitos del amor romántico.
Por otro lado, durante muchos años, la monogamia ha sido objeto de estudio muy recurrente en la antropología, sobre todo para aclarar si las personas son monógamas por naturaleza. Hoy en día aún no se ha encontrado ninguna evidencia clara de que esto sea así.
El modelo relacional con el que hemos crecido
Si miramos a nuestro alrededor vemos que la monogamia es la práctica más común del amor, aunque no la única. Las relaciones no monógamas han existido siempre (sin ir más lejos, Frida Kahlo y Diego Rivera tenían una relación poliamorosa, igual que Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre; Will Smith y Jada Pinkett tienen una relación sin exclusividad sexual). Según una encuesta de la Universidad de Palermo, un 25% de lxs jóvenes de entre 18 y 30 años cree en las relaciones sexo-afectivas con más de una persona a la vez. Además, un estudio de Journal of Sex Research detectó que durante esta última década ha habido un gran incremento de búsquedas sobre las relaciones abiertas en Google. Así pues, es evidente que en los últimos años se está dando un creciente interés por este tipo de relaciones.
No es que la monogamia sea buena o mala, sino que tiene que ser una elección y no una imposición. Para que sea una elección es fundamental preguntarse “¿Cómo entiendo yo el amor y las relaciones?”, además de comprender lo que es la monogamia y cuáles son sus alternativas. Sin embargo, cabe decir que hay una tendencia general a pensar que todo lo que no es monogamia es poliamor, y esto no tiene por qué ser así. Vamos a aclarar esta confusión.
Relaciones monógamas: una cuestión de exclusividad
Por un lado, la monogamia es el modelo de relación amorosa basado en la exclusividad sexual, afectiva y romántica entre dos personas. Es el modelo de relación presente y predominante en (casi) todas las películas y series que hayas visto: Rachel y Ross, Homer y Marge, Cam y Mitchell y un larguísimo y eterno etcétera. Si una de las dos personas rompe el pacto de exclusividad sexual, se considera que ha sido infiel. Hay tantas interpretaciones de la infidelidad como personas: algunas consideran que la infidelidad está en tener sexo con otra persona, otras en besarse, otras tan solo en tontear… Depende del acuerdo que se haya pactado en la relación. No obstante, este debate sobre la fidelidad lo abriremos otro día.
Relaciones no monógamas: un sinfín de posibilidades
Por otro lado, cuando hablamos de relaciones no monógamas estamos hablando de distintos acuerdos no tradicionales que van desde el poliamor y las relaciones abiertas hasta la anarquía relacional. Hay muchísimos tipos de no monogamia, que se caracterizan por ser modelos de relación que no tienen exclusividad sexual y/o afectiva. A continuación, te explicamos los más comunes.
Swinging o intercambio de parejas
En este modelo relacional existe exclusividad afectiva, pero no existe exclusividad sexual. Eso sí, hay una peculiaridad: tu pareja tiene que estar presente mientras mantengas o mantengáis relaciones con otras personas.
Relaciones sin exclusividad sexual
Este modelo de relación se caracteriza por la exclusividad afectiva, pero no hay exclusividad sexual. En este sentido, es igual que el swinging. La principal diferencia es que en las relaciones sin exclusividad sexual la pareja no tiene por qué estar presente cuando se mantienen relaciones sexuales con otras personas.
Poliamor
En las relaciones poliamorosas no hay exclusividad sexual, afectiva ni romántica. Es decir, tanto tú como tu pareja podéis mantener relaciones sexuales y afectivas con otras personas ajenas a vuestra relación. Desde un punto de vista estructural, existen dos tipos de relación poliamorosa:
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Poliamor jerárquico
En este modelo de relación hay una relación principal y el resto de relaciones son secundarias. Si nos imaginamos una pirámide, en la cúspide estaría tu relación principal, que es prioritaria y tiene privilegios. Normalmente, la relación primaria se caracteriza por un proyecto de vida en común, el hecho de vivir en una misma casa, compartir gastos, hijxs… Debajo de la relación principal están tus parejas secundarias, es decir, las otras parejas con las que tienes relaciones sexo-afectivas pero que no tienen tantos privilegios como tu relación principal.
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Poliamor no jerárquico
En este modelo relacional no hay relaciones prioritarias, sino que todas están en un mismo nivel. Todas las parejas gozan de los mismos privilegios y prioridades. Todas tus relaciones son igual de valiosas.
Polifidelidad
Es un modelo relacional que se practica dentro de un grupo de personas. Se puede dar entre tres, cuatro o una red de hasta veinte personas o las que quieran. La característica principal es que hay un acuerdo de exclusividad sexual, afectiva o ambas entre ellas. Es decir, quienes forman parte del grupo se comprometen a no mantener relaciones sexuales y/o afectivas con personas que estén fuera del grupo. En la serie de Netflix You Me Her, se da una relación de polifidelidad.
Anarquía relacional
La anarquía relacional es más bien una filosofía de vida que pretende cuestionar la organización social, desmontando la idea de las jerarquías y de los privilegios afectivos. Se caracteriza por establecer relaciones en las que no hay exclusividad sexual ni afectiva. La anarquía relacional tiene una peculiaridad: todas las relaciones que tienes en tu vida, sean románticas o no, están al mismo nivel. Es decir, tus amistades, tus familiares, las personas con las que te acuestas son igual de importantes y prioritarixs. No hay ninguna relación por encima de las otras. Por este mismo motivo, desaparecen las etiquetas. Dejamos de hablar de parejas, novixs, follamigxs… para hablar de una red de amor.
Responsabilidad afectiva, la clave de las relaciones
Una de las aportaciones más interesantes que se han hecho recientemente sobre la monogamia y las relaciones no monógamas vienen del trabajo de la escritora Brigitte Vasallo. En su libro Pensamiento monógamo, terror poliamoroso defiende que hemos entendido mal la monogamia, que la monogamia no es una práctica, sino que es un sistema de pensamiento, un conjunto de dogmas. Este sistema de creencias lo que hace es organizar los afectos y las relaciones a nivel social y de manera jerárquica. Por eso, sentimos que las relaciones de pareja son más importantes que las amistades. En la cúspide de la pirámide está la pareja, por debajo de esta, la familia de sangre y en la base, las amistades.
Para Brigitte Vasallo, todos los modelos de relación, sean monógamos o no, están viciados por la forma en la que construimos relaciones. El amor romántico (o amor Disney, como lo llama Vasallo) ha hecho que quisiéramos huir de la monogamia y recurrir a modelos relacionales no monógamos, muchas veces en un intento de ser más cool. Según la autora, el poliamor puede ser monogamia con otro nombre, es decir, que el problema es estructural y la solución para tener buenas relaciones no pasa por añadir más gente al entramado. La solución pasa por construir relaciones de manera distinta que nos permitan ser libres, enamorarnos y disfrutar de nuestra sexualidad sin que nadie se quiebre en el camino. En otras palabras, construir relaciones basadas en la responsabilidad afectiva y la comunicación.