¿Es posible sostener el deseo en una relación duradera? Para encontrar respuesta a esta pregunta tan popular y sintomática entre las parejas duraderas de nuestros días, hoy analizaremos los consejos y las enriquecedoras ideas que la reconocida sexóloga Esther Perel comparte con nosotr@s en su conferencia ofrecida recientemente en TED (Nueva York) y de la que también podemos disfrutar online.
Una conferencia enfocada a esta delicada cuestión y a través de la cual intentaremos dar solución a la paradoja que supone ‘el buen sexo’ para las parejas duraderas, sobre todo si tenemos en cuenta que 'el buen sexo y comprometido' parte de dos necesidades básicas pero a la vez enfrentadas, como son la necesidad de seguridad y la necesidad de sorpresa.
Dos aspectos ineludibles pero en conflicto que resolveremos gracias a investigaciones que la misma Doctora Perel plantea a través de su estudio y de la inteligencia erótica. Esther Perel da comienzo a su investigación a partir de una serie de preguntas cuyas respuestas serán de lo más útiles para todas aquellas parejas que quieran reavivar el deseo sexual y mejorar así la calidad de sus relaciones, explorando la naturaleza del deseo erótico y los dilemas concomitantes en el amor moderno.
Las cuestiones principales que se plantea como premisa son: ¿Por qué el buen sexo se desvanece tan frecuentemente aun en parejas que continúan amándose uno al otro? ¿Por qué una buena intimidad no garantiza el buen sexo, contrariamente a la creencia popular? ¿Podemos desear lo que ya tenemos? ¿Por qué lo prohibido es tan erótico? ¿Qué hace la transgresión que convierte el deseo en algo tan potente? ¿Y por qué el sexo hace bebés, y los bebés significan desastre erótico en las parejas? ¿En qué se diferencia el amor del deseo?
Para contestar a tantas incógnitas la doctora Perel ha viajado por todo el mundo, investigando y explorando sobre estas cuestiones, hasta apreciar que en todas partes donde ha estado el romanticismo parece haber entrado en una crisis del deseo. Una crisis del deseo que puede trasladarse al hecho de pretender poseer lo querido, entendiendo el deseo como una expresión de nuestra individualidad, de nuestra libre elección, de nuestras preferencias, de nuestra identidad. Un deseo que se ha convertido en el concepto central del amor moderno y de las sociedades individualistas. Según Perel, esta es la primera vez en la historia de la humanidad en la que tratamos de experimentar la sexualidad a largo plazo. Pero ¿qué sostiene el deseo y por qué es tan difícil? ‘Por una parte los miembros de una pareja sienten el deseo de seguridad, dependencia, confidencialidad, permanencia, de todo un conjunto de anclas que nos unen a la tierra y a nuestras vidas del día a día, a lo que comúnmente llamaríamos el hogar’, nos cuenta Esther Perel, ‘pero, por otra parte, esos mismos miembros de la pareja sienten una necesidad (igual de fuerte entre hombre y mujeres) de aventura, novedad, misterio, riesgo, peligro, necesidad de lo desconocido, lo inesperado, de sorpresa, de viajar.’ El objeto sería pues reconciliar la primera necesidad de seguridad con la necesidad de aventura para que una relación funcionara en todas sus vertientes, especialmente en la sexual, logrando así lo que much@s denominamos un matrimonio apasionado.
Está claro que el concepto de matrimonio o de pareja estable tal y como se entendía antiguamente ha cambiado, ahora queremos deseo, aventura, sorpresa, y se lo exigimos a nuestra pareja. Este es uno de los motivos por los que si, por ejemplo, vemos a nuestra pareja en una fiesta, en su trabajo o en un contexto externo al acostumbrado, probablemente nuestro deseo por ella aumentará al verla más radiante y segura en otros ámbitos de su vida. Por eso, a veces puede ser positivo hacer cosas distintas, viajar, salir, descontextualizarnos, alejarnos un poco de la otra persona para luego volver a estar junt@s, lo que nos otorga más libertad para aumentar el misterio unificador. Citando a Esther Perel: ‘Es en el espacio entre el yo y el otro donde reside el impulso erótico, en nuestro movimiento hacia el otro.’
‘El misterio no es viajar a nuevos lugares, sino verlos con nuevos ojos’, decía Proust. Es por este motivo que cuando un@ ve a su pareja por su cuenta de repente se tiene un cambio de percepción, y justo en ese cambio puede realzarse nuestro deseo. Hay que estar abiert@s al misterio de quienes viven más cerca, y abiert@s a nuestro propio misterio. Sin confundir el deseo con el cuidado, pues como bien comenta Esther Perel: 'El cuidado del otro puede resultar un potente antiafrodisiaco'. Para potenciar la novedad y, así, el deseo de nuestra pareja también debemos tener en cuenta que la novedad no se trata de probar nuevas posiciones o repertorios de técnicas amatorias. La novedad a la que se refiere la doctora Perel va más bien ligada a las siguientes cuestiones: ¿Qué partes tuyas vas a mostrar? ¿Qué partes de ti casi se ven? Pues, según nuestra experta del día, el sexo no es algo que un@ hace sino un lugar al que vas. Un espacio al que entras dentro de ti mism@ y con otra persona, u otras. De tal manera un@ debe plantearse adónde iría a través del sexo, si le gustaría dirigirse hacia un lugar espiritual o por el contrario hacia un espacio más travieso, si ese espacio es un lugar donde dejarse llevar sin tener que asumir la responsabilidad de todo o si por el contrario preferiría dominarlo. Es importante conocerse a sí mism@ a nivel sexual para poder vivir el deseo en su plenitud, no solo en pareja sino contigo mism@. Muchas de las parejas que van a la consulta de Esther Perel y se quejan de tener poco sexo, según la propia sexóloga, 'de lo que en realidad se están quejando es de no tener ‘buen sexo’'. Normalmente, para empezar a tratar este asunto con ell@s la doctora pregunta a cada miembro de la pareja ‘cuándo se apagan’, no ‘qué les apaga del otro’ sino qué es lo que se les pasa por la cabeza ‘cuando se apagan ell@s individualmente’. Curiosamente, la mayoría de sus pacientes responden cosas como: ‘Me apago cuando me siento viej@, cuando me veo fe@, cuando no he tenido tiempo para mí, cuando no he tenido un buen día en el trabajo, cuando me siento poco valorad@, etc.’ Luego, la Doctora Perel les realiza la pregunta inversa para que contesten a la siguiente premisa: ‘Me excito cuando…’ y allí es donde está la clave, cuando un@ es capaz de reconocer en sí mismo cuándo se excita para luego poder dirigir sus propios deseos y compartirlos con su pareja si les apetece.
Volviendo a la paradoja entre amor y deseo, según nos cuenta Esther Perel, lo que parece ser más desconcertante es que los propios ingredientes que nutren el amor (mutualismo, reciprocidad, protección, preocupación, responsabilidad por el otro/la otra) son a veces los mismos ingredientes que sofocan el deseo. Porque el deseo viene con una serie de sentimientos que no siempre favorecen el amor, como los celos, la posesividad, la agresión, el poder, la dominación, las travesuras, etc. Básicamente la mayoría de nosotr@s nos excitamos de noche por las mismas cosas contra las que protestamos durante el día. La mente erótica no es políticamente correcta. Para conectar estas dos necesidades contrapuestas, la de estar junt@s y de la de tener autonomía, la de seguridad y la de aventura, Esther Perel nos propone imaginarnos a un bebé dentro de su cuna, un bebé que pronto tendrá el deseo de salir al mundo para explorar y descubrir cosas. Lo mejor que le podríamos decir a este bebé cuando nos mire pidiéndonos permiso para salir es “El mundo es un gran lugar. A por él. Hay muchas cosas por explorar”; entonces este/a se verá ilusionado de salir fuera y le será más sencillo sentir la conexión y la separación que mantiene con el mundo, podrá salir a jugar, a imaginar, a correr, pero también sabrá que cuando vuelva a su hogar habrá alguien en su regreso. Pero cuidado porque si en lugar de esta maravillosa frase de aliento la madre o el padre del bebé le dice: “Me preocupa. Estoy ansioso. ¿Qué hay tan bueno allí afuera que no tengas en casa? ¿No tenemos todo lo que necesitamos aquí, junt@s?", entonces este seguramente acabará renunciando a una parte de sí mism@ para no perder ‘al otro/a la otra’, perdiendo así su propia libertad individual. Traduciendo esto al lenguaje de adult@s, lo que aprendemos de peques continúa en nuestra vida sexual y de pareja, por eso insistimos en lo importante que es conocerse, para intentar amar abiertamente a nuestra pareja, desde el primer punto de vista: “El mundo es un gran lugar. A por él. Hay muchas cosas por explorar”.
Finalizando el estudio de Esther Perel y para comprender cómo algunas parejas eróticas han logrado atajar el dilema de las dos necesidades fundamentales pero contrapuestas que forman parte de 'el buen sexo' llegamos a las siguientes conclusiones:
- Las parejas duraderas con buen sexo tienen mucha intimidad sexual.
- Las parejas duraderas con buen sexo entienden que hay un espacio erótico que pertenece a cada un@ de ell@s.
- Las parejas duraderas con buen sexo entienden que la estimulación erótica no es algo que haces cinco minutos antes de la cosa real. El juego erótico se inicia al final del anterior orgasmo.
- Las parejas duraderas con buen sexo entienden que un espacio erótico no se trata de comenzar a tocar a la otra persona. Se trata de crear un nuevo espacio en el que dejar de ser ‘el buen ciudadano/la buena ciudadana que cuida de las cosas y es responsable’ para pasar a ser... ;)
- Las parejas duraderas con buen sexo entienden que la pasión aumenta y disminuye, como la luna, y que hasta tiene eclipses intermitentes.
- Las parejas duraderas con buen sexo saben hacer resurgir el deseo porque han desmitificado un gran mito, que es el mito de la espontaneidad. Entienden que el sexo comprometido en una relación de gran durada suele ser sexo premeditado, con voluntad, intencional. Es foco y presencia.